Sollozaba el alma, Madre
cuando ante el altar,
rezabas por el alma de mí padre.
Lágrimas secas
por mí rostro caen...
recordando las palizas
que, dadas por él recibías.
Y que, estoicamente...
sobre tú quebrado cuerpo
una y otra vez padecías...
Con el rosario en las manos,
en tus labios una frase de perdón,
rompía el eco; lo absurdo de aquella situación...
Mi alma llora...
tú padecías... y el espíritu,
de quien te anuló, viaja en pos del paraíso
después de recibir... tú perdón.