Es extraño que después de componer
y escribir cientos de
poesías,
a la hora de componer una para ti, hijo mío…
no me salgan las palabras, mucho menos
los versos que la
compongan con buen tono
y con mejor entonación.
Nunca será porque no te ame, cielo mío…
al contrario, desde el mismo instante
en que te buscamos
tu madre y yo,
te amamos con toda nuestra alma y todo entero el corazón.
Veinte minutos pasan de las doce,
justamente las cero y veinte de la madrugada,
y tu cabeza asoma ya buscando la mañana.
Óliver, me produce tanta ternura recordar tu nacimiento,
veinte minutos después de medianoche y ya a 31 de diciembre.
La enfermera vino a buscarme y me llamó por mi nombre,
como
no podía ser de otra manera, acudí a la carrera,
torpe como yo solo.
Todo iba perfecto… hasta que vieron que no respirabas...
el
día entonces se puso lento, pesado y grisáceo,
mientras sonaban en mi cabeza
todas las alarmas.
Corrí hacía tu madre,
que gritaba asustada pidiendo verte...
La tranquilicé, los médicos y enfermeras
estaban todos volcados en hacerte de nuevo respirar…
Finalmente (gracias a su experiencia)
todo quedó en un susto,
y esa misma noche
todos hicimos un brindis, brindamos por ti, hijo mío,
y también
por el nuevo año 2002 que empezaba, como tú, a respirar.
Por esa razón hoy, día 31 de diciembre, mí alegría es doble,
has crecido fuerte y sano
y justo hoy cumples 15 maravillosos
años más
que me llenan de alegría y felicidad, por eso me pregunto
¿qué más puedo desear?
¡Feliz 15 cumpleaños, hijo mío,
que cada día te quiero y te amo mucho
más!!