Se recrea el poeta en su talento
justificándose ante sus lamentos,
los que, letales, desangran muy lento.
Él vive entre odas, rimas y sonetos.
Él quisiera entrelazarse a unas manos,
manos que lo envolvieran con acierto
en abrazos muy tiernos y efusivos,
reflejo de amor, cariño y respeto.
El poeta se mira en su espejo fiel,
la soledad lo acecha, lo persigue
y acorrala... lo aniquila, fiero y cruel.
Lágrimas de dolor le alzan en bloque,
zarandean, sacuden. En su cárcel,
poesía y tinta, lloran en la morgue.