Imagen obtenida de Internet
No te acerques a mí, nena, ¡apártate!
estoy viciado.
Soy un tóxico, un apestado.
A saber si del infierno fui
echado.
Debes de huir de estos huesos,
de esta carne que se hiere
putrefacta.
Herencia es sin duda de lo que fui años atrás,
en el pasado…
¿Me ves? Tengo la espalda encorvada,
cabello encanecido y barba blanca…
¿No lo notas? Es la desazón de llegar al final del camino,
al
abismo, a mi destino.
Cayendo siempre en el mismo error,
creer que vivía, y recorriendo
a trompicones lo absurdo,
como un
amuleto en mi vida
y que creía olvidada en el pasado.
No, no me mires con pena, es la verdad,
no te merezco. Soy como el absurdo idioma
de aquellos que vivieron en Babia un siglo,
sin haberse
entendido ni querido.
Sí, me lo puedes decir, “SOY EL PECADO”,
Aunque el mío solo fue
el haber nacido…
tal vez, solo tal vez… en el siglo de la infamia,
lo ignoto o lo
equivocado.