Imagen obtenida de Internet
Te busco en la inmensidad de tus silencios
pero no para encontrarte a ti sino para encontrarme yo,
que estoy
en este vacío hueco y absurdo de un pensamiento vago, difuso y perdido
esperando ser alumbrado por tu sol.
Mis locuras me llevan por distintos caminos a ti,
sudario
tempranero, fiel retrato a carboncillo,
a menta, albahaca y a poleo…
Sangre roja que hierve inquieta sobre mi cadáver
y arde
explosiva, hasta estallar como un veneno sobre tu piel.
Piel cálida de seda inquieta y ternura dulce hecha mujer.
Y ruge en mí lo poco que vive
sobre éste arrugado pergamino,
fofo,
arrugado y tremendamente obsoleto y viejo…
Éstas vísceras podridas que aún laten y lloran,
esperando
algún día reflejarse en tus ojos…
en tus entrañas y en tu ser.
Subyace en mi pensamiento una herida.
Una sangrante cuchilla me la infringió pero,
sin hacerme
sangre, tan solo una llaga podrida…
Una pústula de dolor y compasión vive en mi pecho,
se mueve,
se agita y me grita
desde lo más hondo de mis entrañas;
¡Tú lo que no tienes es
honor!