No te lo
permito, créeme porque,
¡te detesto
soledad!,
sin embargo,
admito lo que me acompañas...
sobre todo
cuando uno mismo se cree perdido
y no le queda
encima de sus huesos
más que una
maldita desilusión...
y el seguir
aguantando la respiración...
mientras le
pides a tu "yo interior"
que te siga
dando fuerzas para resistir
y no dejar que
la muerte te venza en su lucha,
acabando
derrotado en sus brazos,
y gritando
angustiado al cielo tu rendición.