Imagen obtenida de Internet
El dolor no me deja pensar y mi mente enmudece.
Las lágrimas tan solo
es agua buscando un cauce
que no existe. Cuantas más veces dejo al dolor
mellar en mí ánimo, menos interés manifiesto
en que no consiga hacerme daño.
Soy la espina que hiere y lastima lo que siento,
burlándose de lo que carezco y soy la llave de mi propia alma,
la cerradura oxidada de una puerta olvidada, triste y melancólica,
acaso sea
también, el cerrajero que la fundiera
dándole sin mi permiso mi propio nombre.
No me burlo del dolor, ni siquiera lo mancillo
creyéndolo mío, me siento solo una estela,
un relámpago, que una vez brilló en el cielo
y hoy, en un desierto perdido, solo es una chispa sin luz ni
brillo.