Imagen obtenida de Internet
Sentado, intentando buscar una postura ajena al dolor,
en la incomodidad de enrabietarse por saber a ciencia exacta que no ibas a encontrarla. Los pensamientos, nefastos.
No dejan de acosarme. No hay uno bueno para salvarme.
Todos son lo mismo, ninguno me lleva a ninguna parte.
Tiemblo, y no es de frío...
La verdad es que cuesta horrores mantenerse frío,
mientras te
miras y observas que los siguientes minutos
no serán diferentes a los que ya
dejé anteriormente en el camino.
Ya sé que habla el dolor. La desesperación de no saber
cuándo
todo acabará pero ¿Qué he de hacer sí el hundimiento físico y psíquico es
progresivo e inevitable?
Soy como el viejo galeón fantasma de las viejas películas de
terror, al que todos temían y al que jamás
nadie se atrevió a amarrar en ningún
puerto,
dejando que navegara libremente y en perpetua libertad.