Quisiera escribir un himno.
Un himno hermoso, con cadencia,
que
conforme una maravillosa melodía
y que supiera llevar al mundo,
salud, belleza y alegría.
Curar con mis letras
toda maldad intrínseca
en el ser humano
y
transformarla en bondad y amor.
Realizar lo imposible,
convirtiéndolo en posible
¡hacer desaparecer
la enfermedad y el dolor!
Sin embargo, aquí estoy,
doliente, perdido y sin fe,
ni
siquiera la tengo en mí mismo.
Triste es la esencia del fracaso,
él nos maneja
a su antojo
y a la vez nos vapulea sin piedad.
Hasta nos hiere de muerte
y ni se sonroja al mirarnos a los
ojos,
sonreír y, al soltar la carcajada,
escupirnos en la cara.