Imagen obtenida de Internet
Angustiosas
son mis horas de espera
mirando
de una manera compulsiva el reloj.
Horas
de movibles e inciertas vicisitudes, excitados,
escuchando
la melodía de nuestros cuerpos hambrientos.
Agónicos
suspiros fluyen por nuestros labios entreabiertos,
son
gemidos transmutados en lágrimas y en llanto,
dañando
imprudentes y temerarios nuestros corazones.
Miserias
inmisericordes que riegan su veneno
por
nuestro caudal sanguíneo envenenando una sangre
envejecida
y lánguida que ya hace mucho tiempo murió.
Horribles
minutos de un tic, tac que no quiere esperarnos
y
que avanza a pasos agigantados, inexorable e imparable,
hacia
una muerte anunciada, oscura e indomable.
Y
en mi condición de ser humano, acelero
con
el cruel movimiento de mi pelvis, la insatisfecha incertidumbre de mi sexo, perpetrando la obscena escena de una lujuriosa y miserable pasión.