Imagen obtenida de Internet
La contemplo en su desnudez, ella me sonríe y asiente,
feliz
de notar mi admiración.
No sabe de lo que soy capaz,
ni imagina hasta qué punto puedo
ser cruel.
Me aproximo sin dejar de observarla,
me estimula su desparpajo y picardía.
Mi excitación aumenta al mismo tiempo
que mis pasos ganan
velocidad.
No queda espacio ni para el oxígeno entre los dos,
abrazado a
su cuerpo, pegada mi pelvis
a su bajo vientre y hundiendo mi excitado miembro en su
abismo,
dejando ya que sea mi sexo quien la aliente y la abrase.
Sus gritos, mezclados con sus intermitentes jadeos,
me incitan
a seguir doblegando a mi cuerpo sudoroso y agitado.
Ella, no deja de moverse ágilmente bajo él, chapoteando mi
carne en su sudor y mezclando sus fluidos con los míos.
Sus fuertes contracciones me hacen acelerar los movimientos de
mis caderas, adecuándolos a sus convulsiones.
Está próxima a estallar, su boca se abre inhalando
y exhalando
el aire que yo mismo absorbo sin compasión ninguna.
Es el momento y la dejo ir… es mía y lo sabe y su orgasmo me
pertenece.
Plácidamente me observa desde su candidez…
no sabe que ese fue
su último deseo satisfecho.
El mío… vendrá después.