Ansiaba besar su boca y me acerqué
a besarla,
sus labios eran pura ambrosía y me
deslicé en ellos
como si mi boca fuese ya solo hierro
fundido…
sus manos se hicieron dueñas de mis
caderas,
apretándome contra sus ingles y
dejando que mi “debilidad”
se abriera hueco entre sus muslos…
para ese instante estábamos ya los
dos desnudos.
Me deslicé sin hablar, sin dejar de
beberme su aliento y navegar,
mi lengua, sobre sus fluidos.
Nuestros cuerpos ya no nos
respondían,
nada podía detenernos, éramos como
un volcán,
puras llamas incandescentes
abrasándonos mutuamente entre susurros,
gritos y gemidos.
Quise entonces rizar el rizo y la
apresé contra la cálida madera del piso…
parquet tibio de brillante y pulida
madera de roble,
dejando que su trasero me diera la
bienvenida y entrando mi miembro…
sin prisas… recibiéndome allí sus
entrañas , húmedas, calientes y, ella, bien sumisa.
Mis ojos lloraban de placer al verla como se agitaba y gemía,
gritando loca de deseo y encendida.
Mis ojos lloraban de placer al verla como se agitaba y gemía,
gritando loca de deseo y encendida.