La veo de lejos… hundida, apagada,
sin poder gritar.
La noche está oscura, sin estrellas
ni luna,
Ni una mano amiga la abraza ni
consuela su amargura,
Me hace sentir frío, dolor,
desasosiego y tristeza.
Me asombra verla tan distante y
silenciosa,
Pese a todo, me embelesa aún más si
cabe, su hermosura.
La miro desde la profundidad que me
da la angustia y pesar
Y bulle en mí un deseo, el perderme
entre sus brazos, una vez más.
Sus ojos se abren esperanzados, me
llaman y tiende, abiertas, sus manos.
La ira se apodera entonces de mis
sentidos, las ansias, de mi alma rota,
Corro… mirando solo en una
dirección, sus ojos.
Todo inútil… como siempre, sus ojos
se cierran y las sombras me engullen.