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me susurró al oído;
«No me sueltes, soy tuya
y tú siempre mío, mi amor».
por volverla a tener
dieron fuerza a mi pecho y,
la abracé fuerte
con la que vuela el gavilán,
ante la gloriosa prebenda que es la vida,
todo un enigma por descubrir y resolver.
La
contemplaba con embeleso,
mirando su rostro con la leve luz
que daba el crepúsculo,
al atardecer.
mirando su rostro con la leve luz
que daba el crepúsculo,
al atardecer.
Una
lágrima corría por su mejilla.
Sublime el acto, la dejé caer.
Ante el ocaso de nuestro amor,
Sublime el acto, la dejé caer.
Ante el ocaso de nuestro amor,
me susurró al oído;
«No me sueltes, soy tuya
y tú siempre mío, mi amor».
Mi
anhelo, ilusión y melancolía,
por volverla a tener
dieron fuerza a mi pecho y,
la abracé fuerte
para
amarla con la misma pasión
con la que vuela el gavilán,
ante la gloriosa prebenda que es la vida,
todo un enigma por descubrir y resolver.