La arena
de la playa, el sol al amanecer y tus besos,
hacen de
mí una marioneta de sexo y locura.
Me echo
sobre ti y no espero… entro en ti y te poseo.
Tus
piernas enroscadas en mis caderas me acompañan.
No me sacio de ti, me aprieto
contra tu cuerpo sintiendo la llama qué emana de tu deseo y siento en las
entrañas ese calor que me inflama las ansias y las ganas de ti.
Te
muerdo la boca y tus labios me reciben golosos,
dejando
que mi lengua beba y juegue con tus labios sedientos.
Mis
manos no se están quietas y te acarician
cada
milímetro de la seda de tú piel,
tocando
y acariciando cada fibra de tu ser y
gozándote viendo tu gemir de placer.
Mi
cuerpo navega sobre tu cuerpo sin perder el rumbo,
guiado
sabiamente por los latidos de tu corazón,
vibras y
al vibrar sacias mi carne en el paraíso de tu interior.
Pronta a
estallar la bomba que vive y habita el deseo,
recorremos
un último tramo, recto y sin curvas, que
nos
lleva directos al éxtasis y al volcán más explosivo
que nace
tempestuoso y agresivo en nuestro corazón.
No hay
más palabras ni más besos…
solo nos
dejamos vencer por los cuerpos
y estos
estallan a la vez y a un mismo tiempo
y en nosotros renació de nuevo el amor.