No me silencies la voz, deja que me exprese,
siente
este agónico suspirar del corazón...
que late
y se expresa sin quebranto ni dolor,
deseando
hacer sangrar mi cuerpo, hasta vaciarlo de tu imagen.
Luego,
desde el silencio, vienes y me corriges,
pero
mientras deja que mi voz se escape
por los
pasajes más inquietos de mi mente
castigada
por la memoria, hasta quebrarme la razón.
Sabes
que me hiero pensándote, que me fustigo y castigo,
¡ay,
como duele este castigo! al paso de este lento penar,
arrastrando
mis rodillas por el suelo,
mientras
en la orilla de mi invierno… veo a mis sienes blanquear.