Fue una injusticia,
dejar
morir nuestro amor,
arañando
a las palabras
hasta convertirlas
en sumisión.
A la
leve ensoñación
del corazón tardío,
fue
sueño y fue inspiración
la que a
la rosa dio colorido.
Sinuosa
y entregada
dio la
rosa su aroma a la flor,
quedándose
tan solo con la espina;
¡clavada
toda entera en su corazón!
La
historia dio lugar a un pensamiento,
“somos
semillas engendradas por dios”
y no
obstante…
en el solitario desierto
en qué
vivimos los dos;
el más
absoluto olvido nos arropó”.