Desperté
con el olor a tu cuerpo,
de
encina verde y romero.
De
aquellas tempestuosas tardes
dónde
no hicimos más que querernos.
Bajo
la sombra de encinares
y
arropados por hojas de romero,
se
escucharon nuestras voces…
en
agitadas tardes de gemidos y jadeos.
Mis besos te preñaban de salvia
y
se ahogaban en tu boca,
apresando
entre mis dientes
tu
lengua de rosada grana.
Allá
sobre el prado de tu vientre
sembré
de sueños y dulzura
a
mi bella dama de rosas
flores
de alelíes y azaleas.
Néctar
con sabor a frutas,
de
tu cuerpo bebí hasta embriagarme…
quedando
borracho y dormido
¡soñando que me seguías amando y conmigo!