Si
quisieras escucharme…
prestar
atención a esta herida,
abierta
y sangrante en mi carne,
pasión
de siglos pero nunca bastante.
Fue
tu sencillez tan demoledora,
tan
perfumados y evocadores tus labios,
cuando
te amé y a la sazón, besé tu calidez
sin
desbaratarme ni despeinarme.
Te
abrace tanto y estrujé hasta crujir
tus
latidos en mi pecho
que
al alcanzar el ardor de tus besos
quemando
mis labios, tu boca a mi aliento.
Te
deseé hasta morir sin aspaviento,
queriendo
renacer en tus entrañas
a
modo de melodía, sin llanto ni retorno,
para
despegar mis alas y mi ser… sobre tu aliento.