La
miro en su nube de algodón,
tan
ajena al dolor, ajena al mundo,
siempre
sonriendo...
su
máxima expresión ¡el amor!
Nos
observa a través de sus risas,
enseñándonos
la felicidad del mundo,
y
el cómo se puede ser feliz con tan poco.
Sonrisas,
labios y besos, caricias...
amaneceres
en su piel tibia y cálida
y
abrazados a su encanto y dulzura.
Felicidad,
ternura, dulzura y seducción,
son
las bases de su incipiente juventud,
del
ardor de su carisma, una niña...
siempre
alegrándonos los días.
Ella
nos lleva al amor
sin
despeinarse, sin obcecación,
con
la inocencia de una infante...
aunque
viva en su interior
¡la autentica expresión del amor!