Me pediste que jugara,
que simulara el amor,
que navegara, por tu cuerpo,
sin vela ni timón.
Y así lo hice,
enervando tu pasión
y enfrentando a dos islas,
una frondosa y prohibida,
la otra, de secano y dolor.
Caminamos algunas fechas
de la mano,
acallando duramente
nuestro corazón,
pecando de engañarnos mutuamente,
odiando la distancia que nos
separaba a los dos.
Jugamos sí, durante días,
hasta que nos llegó,
casi en un suspiro...
decirnos adiós.
Ahora nos fallan las palabras,
nos falta aliento y perdimos la
pasión,
la misma que, una vez
satisfechos, nos desarmó...
y ahora, ambos nos seguimos
buscando en la noche,
ansiosos por amarnos abrazados,
eso sí…
a nuestro desamor.