Imagen obtenida de Internet
Aunque nací en primavera,
no fue sino hasta el otoño
que lancé alegremente
mis primeros gemidos,
en una noche cualquiera
y en un lecho que
tampoco era el mío.
Gemí e hipé hasta hartarme,
logrando desinhibirme
cuando al vivir,
lo disfruté en mis carnes,
enganchado y atado
a mis propias fantasías.
Entre sueños locos
y fracasos, las noches,
las pasaba en vela,
siendo prisionero
de las sombras,
esclavo de mis pesadillas
y de las mujeres
siendo su estela.
Me cubrí del frío
de la noche con su piel,
de su cuerpo y aroma
sacié mi sed
y de sus risas y alegrías
me alimenté,
mientras ella,
se abrazada a mi carne,
se bañaba y retozaba
en mis lágrimas
y dormía felizmente
envuelta en mis entrañas.
No quiero despertarme
de este sueño,
quiero abrazarme
con pasión a su olvido,
atenazar y asfixiar
de tal manera que,
al dormir,
parezca que de nuevo
¡he nacido!