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    jueves, 13 de diciembre de 2012

    La amo, y no es mi deseo, no, verla sufrir


    Imagen obtenida de Internet




    Pasan las horas y las manecillas del reloj,
    juegan a burlarse de mis pensamientos.
    La tristeza se apodera de mi angustia,
    y el esfuerzo por contenerla, es inútil.

    Las entrañas se me anudan en el estómago,
    la sangre ruge y se altera, arde en mis venas.
    El final está cerca, lo sé, está próximo y voy directo hacia él, aunque sé que es tarde,
    la muerte ya  viene a consolarme.

    No quiero que las lágrimas se adueñen de mí,
    que me cercenen de un solo tajo las ilusiones,
    tampoco quiero mencionarla, pese a que, la amo,
    y no es mi deseo, no, verla sufrir.

    Quisiera que durara el día una eternidad
    para poder mirarme en sus ojos,  verme reflejado en ellos  
    y  ¡ahogarme en sus lagrimales!

    Pero no, no es tiempo de quejarse, ya es hora,
    debo abandonar mi cuerpo,
    para poder así navegar por siempre
    en el infinito de sus pensamientos.






    Recibí una rosa, un sello de sus labios

     
    Imagen obtenida de Internet



    "Mírala, es ella, una mujer,
    la única que puede desnudar tu fe,
    lograr incluso desnudarte a ti mismo".


    Recibí una rosa,
    un sello de sus labios,
    no pude remediarlo y...
    me marché llorando.


    No era ella quien me dejaba,
    era Dios quien se la llevaba.
    Me pregunté un instante:
    «¿de qué sirve creer si al final
    sabemos que no existe…?».


    Me dolió hasta el alma el pensarlo...
    ¡Maldita sea esta vida injusta!
    ¿por qué no me llevaste a mí,
    qué más te daba un cuerpo u otro,
    si al fin y al cabo solo es carroña lo que acaba
    finalmente en tus brazos…?


    "Miradla, es ella, una mujer,
    la única que puede desnudar tu fe,
    hasta incluso desnudarte a ti mismo".


    Te fuiste de mi vida y solo me quedará
    el regusto amargo de no haberte acariciado
    ni besado nunca...
    por esa razón desprecio a ese "ser" que, dicen,

    lo ve todo, y “todo” lo puede, pero… !nunca hace nada





    miércoles, 12 de diciembre de 2012

    Eres tú, mi amor… ¡mi única dueña!

    Imagen obtenida de Internet


    Como si fuesen las arenas finas del desierto,
    tus manos, ardientes me acarician y resbalan por mi piel,  
    dejando en ella surcos húmedos y calientes,
    donde navegar después a mi vez, desnudo,
    pidiendo que jamás se acabe este sueño.

    Percibo y aspiro la delicada fragancia de tu perfume,
    penetrando por cada poro de mi piel.
    Siento cómo se adueña de mi cuerpo,
    de mis entrañas y de mis pensamientos.

    Eres tú, mi amor… ¡mi única dueña!  
    Yo, soy tu esclavo, y me pervierto, diluido,
    casi etéreo, aunque a mí vez me lamento,

    de no poseer el don de la ubicuidad,
    por no ser el mío más que el sueño de un iluso,
    intentando recibir por mis versos, ¡tus besos!






    martes, 4 de diciembre de 2012

    Si un día me voy... ¡búscame, Madre!


    Nunca podré olvidarte, Madre...
    tampoco todo ese amor , cariño y bondad,
    que depositaste en mí, sin juzgarme,
    sin esperar jamás recibir lo mismo de mí.

    Me distes tanto, ¡tanto amor y ternura...!
    ¡MADRE...!
    ¿Cómo olvidar todo lo que me diste?
    y ahora... tú, estás tan lejos,
    ¿o yo de ti...? ¡No lo sé!

    Sólo sé, Madre, que… te extraño
    y te echo tanto, tantísimo de menos...
    mi cuerpo, mente y corazón,
    sólo quieren estar contigo, Madre.
    Que me sientas... o presientas... tan lejos
    y tan cerca a la vez pues... ¡jamás te olvido, Madre!

    Tú esencia madre... ese aroma limpio,
    que desprendía tu cuerpo recién duchado,
    o el olor que desprendía tu casa, cuidada y pulcra
    con ese aroma a rosas «tus preferidas, madre»,
    que tanto a ti te gustaban...


    Cuánto me gustaría de nuevo acariciar
    cada pliegue o cada arruga de tu piel
    aquella que extraño tanto y tanto echo de menos...
    Aquí estoy de nuevo madre... pensándote y extrañándote
    como cada día de mi vida que vivo... sin ti.


    Soy muy feliz madre...
    tengo una familia que me adora,
    unos hijos que me aman
    y una bella mujer que, en la distancia,
    me espera.


    Sin embargo, Madre mía...
    ¡SIEMPRE ME FALTARÁS TÚ!
    y allá dónde tú estés,
    perdida en esa lejanía que me espanta...
    ¡yo siento que cada día te amo más, Madre mía!