Nunca podré olvidarte, Madre...
tampoco todo ese amor , cariño y bondad,
que depositaste en mí, sin juzgarme,
sin esperar jamás recibir lo mismo de mí.
Me distes tanto, ¡tanto amor y ternura...!
¡MADRE...!
¿Cómo olvidar todo lo que me diste?
y ahora... tú, estás tan lejos,
¿o yo de ti...? ¡No lo sé!
Sólo sé, Madre, que… te extraño
y te echo tanto, tantísimo de menos...
mi cuerpo, mente y corazón,
sólo quieren estar contigo, Madre.
Que me sientas... o presientas... tan lejos
y tan cerca a la vez pues... ¡jamás te
olvido, Madre!
Tú esencia madre... ese aroma limpio,
que desprendía tu cuerpo recién duchado,
o el olor que desprendía tu casa, cuidada y
pulcra
con ese aroma a rosas «tus preferidas,
madre»,
que tanto a ti te gustaban...
Cuánto me gustaría de nuevo acariciar
cada pliegue o cada arruga de tu piel
aquella que extraño tanto y tanto echo de
menos...
Aquí estoy de nuevo madre... pensándote y
extrañándote
como cada día de mi vida que vivo... sin ti.
Soy muy feliz madre...
tengo una familia que me adora,
unos hijos que me aman
y una bella mujer que, en la distancia,
me espera.
Sin embargo, Madre mía...
¡SIEMPRE ME FALTARÁS TÚ!
y allá dónde tú estés,
perdida en esa lejanía que me espanta...
¡yo siento que cada día te amo más, Madre
mía!