No te lances tras él ni te atrevas
a robarle la tristeza al
viento.
Si luego no eres capaz de vencerla
ni tampoco eres capaz de
transformarla en felicidad.
Puede que te arrepientas,
pero ya
será tarde
y ya no podrás huir ni escapar.
Recuérdalo, tú tan solo eres una veleta,
una cenicienta
ingrata en tu nefasta vanidad.
Para ti no existe el decoro,
solo te mueve el
orgullo, lujuria y obscenidad.
Tu cuerpo es duro
y recio como el diamante,
y al igual que él,
eres pura escarcha,
fría y dura, sin
oquedad.
Tal vez tu sino sea vivir siempre sola
o quién sabe, si morir
lentamente
sin humanidad ni dignidad.
Ven, sabes de sobra que me puedes,
soy tuyo, acógeme y rompe,
destroza mi cuerpo.
Sacúdelo hasta la raíz de mis entrañas
y mátame. Y, por
favor,
que sea con dolor, mucho dolor.
Solo tú puedes hacerlo,
eres la única dueña de mis ansias,
como
también lo eres de la razón
de mi tristeza, como también
te nutres sin piedad
de mis deseos de amar.
Tal vez muchísimo más
de lo que lo yo mismo quiera
o pueda
soportar.
Incluso puede que lo sepas
y te des cuenta de lo que añoro
o de lo que carezco
y hasta logre sacarte una sonrisa,
aunque
dudo mucho que ésta sea de felicidad.