Imagen obtenida de Internet
Déjame, amor, que pose mi mano en tu boca
y cierre con mis dedos
esos labios rojos y curvilíneos que me hacen padecer...
quiero acallar el suspiro que nace de tu pecho
antes que estalle en mis labios
y consiga hacerme arder o perecer…
Deja que descanse de esta loca pasión que supiste encender
y
que galopa viva y explosiva en mis entrañas.
Como la lava de un volcán al morir
con delicia dentro de tu ser.
Luz sublime que habita en mis lágrimas
cuando beso
cada centímetro de tu piel.
Amor, mi dulce y apasionado amor…
triste es la distancia que me separa de tu perdón.
Lo sé, surcaste los cielos en busca de mis brazos
y en lugar
de encontrarlos, caíste al infierno de mi desolación…
No padezcas, sigo siendo yo,
el hombre que siempre te amo.
Esa es la razón que me dan mis labios
cuando no me
respondes y me quemo...
sí, ¡me quemo!
dejando arder nuestros cuerpos
cuando enlazamos nuestras
lenguas
y nos bebemos la desnudez pasional
de nuestros sentidos.