Se me desgarra con
fuerza el corazón
y se me hace un
nudo angustioso cuando lo pienso,
una idea, un
pensamiento infame que me invade, tenebroso,
dejándome el dolor
maltrecho, silencioso y abducido.
Nunca fui culpable
pues, fui absuelto, aunque, sin juicio,
por romper una
privacidad absurda carente de coherencia
al no estar
presente mi alma en tal banal capricho del destino.
Sin embargo aquí
estoy llorando con rabia y descaro
derramando hiel en
penitencia por mi destierro a la fe,
que hace que ya no
pueda mirarme al espejo porque
siento miedo al ver
mi frío reflejo reflejado en él.
Al igual que siento
miedo y angustia
de tanto dolor que
subyace en mi subconsciente y bajo la piel.
Estoy cautivo y
adolorido, con una idea obsesiva y compulsiva
que late infame
dentro de mí ser, latente, vital... ¡viva y cruel!