Si me ves perecer,
entre la leve bruma
de tu pensamiento,
abrázame un solo
instante,
dame un beso y,
desaparece después...
No quieras ser la
nave que cargue o embarque,
mis últimos
extertores,
e inhales sin
querer este venenoso aliento
que turba y embriaga
mis instantes finales.
Hasta el aroma de
las flores languidecen ante mi presencia...
No cargues ¡Por
Dios! los suplicios de esta alma loca
que se deja
adormecer sumisa ante la desgracia.
Ante el ir y venir
de esta otra vida que, jamás conocí...
"No sufras,
vida mía...
no lo hagas nunca más
por mí,
si muero, no soy
yo, es mi espíritu el que muere
y nunca lo harán los
recuerdos que contigo viví.
No sufras amor… Solo
morirá mi cuerpo...
"aquel que un
día... mal habité.