Grita con desesperación mi alma desgarrada.
Se desgañita pidiendo una explicación,
una razón del por qué vive o subsiste,
si solo pide descanso ante tanto horror.
Ella lo sabe bien, lo errado e inútil de su grito
porque sabe
bien que no tiene voz, que nadie la escuchará,
acaso piensa que vive pese a
todo, en un sueño,
con la mezcla salobre de desesperanza, humillación y dolor…
Yo, desde este arco difuso donde me divido,
comprendo su desespero y el desgarro de sus vísceras…
es la
compañera leal y serena de mis pesadillas,
fiel amante de mi desesperación,
de mi ansiedad y despedida.
Ella grita por mí, pese a su silencio, vacío e inerte,
o su
desafinado grito, que nunca será escuchado,
que jamás será apreciado, adherida
cómo está su piel a la mía…
la misma que vestimos de fiesta para fingir
que una
vez vivimos y nos quisimos.