Emerge su boca bajo las sábanas y suspira,
recorre mi piel suavemente en una dulce caricia.
Me embriaga con la humedad de sus labios, que abrirá
dejando entrar sus fluidos, vino para mi consciencia.
Vino que diluirá en mi saliva y escapará libre y feliz
por mi sangre hasta arroyar mi arrogancia.
Veneno del vil orgullo macho que me acapara
y me doblega la sensibilidad por inercia.
Besos como eslabones, entrelazados entre sí,
que rugen en besos sin fin y melodiosos, tiernos.
Lenguas que se gozan y conocen en su eternidad, sí.
Dicen nuestras bocas al salpicarnos, vivas,
vivas y dispuestas
para siempre a entendernos, ¡nos amamos!
como nuestros cuerpos se apasionan al
devorarnos.