Toda la tarde dejando pasar la ocasión,
pensaba si serías tú, o era yo y mis lamentos
que lloraban en
silencio.
no pude, estaban secos.
Marchó el ocaso y volvió a salir el sol,
no estabas tú… ni estaba yo pero,
me encontré a la soledad, la ansiedad,
la dejadez, el
aburrimiento…
Me envolví entonces con sus recuerdos,
los abracé y hollé,
hasta asfixiarlos…
mas era inútil, huían de mí como escapa el aire
de entre los
dedos rugosos y secos del tiempo.
Doblegué mi corazón hasta dolerme,
el aliento, gritaba en silencio.
Mi alma, mustia y desgastada,
aún me aullaba ¡sigo pudiendo!