Entré
despacio en ella,
sonriente
me recibió,
serena,
húmedos sus
sueños,
también su lengua.
Sus
entrañas horadé,
hasta
dejarla exhausta,
ella a
mí sin aliento.
Nos
abrimos despacio,
como dos náufragos
que se
buscan en la mar...
Nos
abrazamos riendo;
tanto queríamos probar
que,
lejos de la orilla...
¡nos
fundimos con la mar!