Imagen obtenida de Internet
La desnudé despacio,
como se desnuda a los sueños…
Y lo hice
con la misma parsimonia
de un gato al despertar.
Luego la amé con pasión… con cordura,
emoción y ternura, con la misma inocencia,
sensibilidad, amor y dulzura, de un adolescente,
pero con la
experiencia de un “don Juan” del siglo XXI.
Después la abracé rodeándola intensamente
con mis brazos y puse en ella mis cinco sentidos.
La hice
mirarme y me dijo, muy bajito,
“soy tu niña, tu destino”.
Callaron entonces nuestras bocas,
hablaron con libertad nuestros sentidos.
Nuestros cuerpos se unieron de nuevo
amándose con libertad, paroxismo y delirio.
Danzamos los dos durante horas,
dejando las sábanas calientes y humedecidas
y con el olor a
nuestros cuerpos,..
Dos cuerpos que se amaron vibrantes y vivos
que lujuriosos se movían
a una sola melodía y a un solo ritmo, la del AMOR,
en mayúsculas, sin raza, credo, años o siglos.