Me conmueve su ternura, su tibia sonrisa y hermosura.
Vive sonriente, callada y feliz, siempre dispuesta y atenta.
Ella, mi alma gemela, es así, divina, sencilla y pura.
Cuando la conocí me abrió un nuevo mundo, alegre y que
conforta.
Caminamos juntos, sujeta, me acaricia, ella es, mi aura;
mi dama eterna, la que dulcemente, me sostiene y me alienta, siempre dulce y sonriente y a la vez fuerte y arrolladora.
Vive para mi, me alienta a vivir y, hermosa, me complementa; se adhiere a mi cuerpo y yo poseo su entraña. Me adora, almas que se
encontraron y se pervirtieron, lujuriosas y traviesas, en una aguerrida
tormenta.
Qué arrebatadora locura, dos seres humanos con garra
y con la fuerza del viento, elevados a la decimosexta
enmienda, ser fieles a nosotros mismos y a la quinta hechura, la que da el saber que existimos y amamos ¡que es sin duda
toda una fiesta!