Imagen obtenida de Internet
No
me pude resistir a probar sus labios,
sabían
a fruta fresca,
dulce
pero no melosa, aterciopelada,
pero
no fría...
Boca
cargada de sugerencias, de ternura,
sueños
por cumplir, pasiones por vivir...
y
un algo de dolor.
También
mucha soledad, la que mantuvo oculta
durante
años. No obstante,
se
abrió a mí como se abre el capullo de la rosa sin miedo,
a
la primavera, las margaritas ante el sol cuando amanece,
o
las ostras ante el polvo, al que convierte en perla,
abrazándolo
y envolviéndolo con su dureza.
Se
diluyó en mi ser, como el azúcar en el café,
cuando
mi boca se apoderó de sus labios,
mi
cuerpo se impregnó de su esencia y perfume,
y
se dejó guiar después por su maravillosa estela.