Descalzo,
Sin importarle las zarzas del camino
O las piedras engarzadas
En afiladas aristas frías.
Jesús con su cruz a cuestas camina,
Mientras los hombres,
A gritos e insultos
Le asedian y apedrean...
Su frente de tez tersa y limpia,
Oculta sin tino,
El más atroz de los sufrimientos...
¿Dónde estás Padre...?
¿Por qué me has abandonado...?
Clama Jesús, sin resuello,
Mirando con desesperación al cielo.
La más horrenda de las ofrendas;
Es dada, sin misericordia, su cuerpo,
A cuantos lo ven descalzo...
Y a su cuerpo laceran y sangran.
En su carne, joven y tersa,
Va sintiendo las mordeduras letales,
Del látigo de sus verdugos
Y los insultos de aquellos
Por los que va a ser sacrificado.
Su rostro levanta al cielo...
Pidiendo en muda súplica
Gritando... sin mover sus labios…
¡Padre... no me dejes en sus manos!
Su súplica no fue escuchada...
Y tras morir indignamente en la cruz...
Por los hombres y sus falacias...
¡Fue cruelmente torturado y crucificado!