Como agujas en sal...
Clavadas en mi carne
Siento su avinagrada sed...
Embeberse en mis entrañas.
Caricias que fueron de evidente avaricia...
Por saciar su venganza.
Mi cuerpo decrépito cobijo
De este espíritu... torturado;
Ofrece amparo...
Sin negar su pecado ni culpa.
Desentrañada la venenosa
E inhóspita aguja...
Siento su veneno...
Recorrer el foso insano...
De mi desconsuelo.
Soy ya tan solo pasto...
Amarillo y mugriento,
Casi sin vida…
y me corroe la carne
De mi rostro putrefacto.
Tuve mucha culpa...
Y siento esa culpabilidad...
Que es mi quebranto;
Y al igual que asiente el infierno...
Su postrado mandamiento
A su dueño... el diablo.
Sangre que recorre mis venas...
Fluyendo dolorosa,
Hacia la herida envenenada...
Fruto ineludible de mi mal.
Solo y vencido...
No detengo su camino;
La dejo abierta...
Y esperando solo...
Mí esperado... final.