Imagen obtenida de Internet
Sin aire... sin apenas sonido...
mi voz enmudeció ante su severo castigo.
Nevada mis entrañas por el frío,
causa de la justa condena...
fue su olvido.
Tinieblas orgullosas de su manto
me envolvieron y lloraron conmigo,
por la maldición servida en veneno que
yo mismo me había fabricado y bebido.
Ahora sé que ¡hay justicia en el cielo!
Merecía su odio,
desprecio y castigo
y solo me regaló un adiós... ¡cargado de cariño!
Cariño que me impactó en la cara...
y se quebró como dardo
envenenado,
en este corazón mío,
mezcla de coraza y piedra ¡de este cuerpo
mío!
Nadando en la agonía, fuiste mi isla y mi sosiego.
Te abracé y
adoré dándote esperanzas nuevas
y una vez asentado en tu corazón, y joven
cuerpo de mujer
abrí tu pecho... me fundí en él en haces de agonía
y escapé... hacia mi infierno.
No pido perdón... no, ya no puedo,
la vida sólo pasa una vez y
yo perdí su vuelo.