Imagen obtenida de Internet
Un
entrecortado suspiro
dejó
escapar de sus labios rosados
la
princesa de mis sueños.
Dormida
un día tristemente se quedó,
y,
aún hoy no se ha despertado.
A
su alma velé durante días mientras dormía
y
aun así ésta huía y se escapaba de mí
viajando
en sueños en busca de su amado.
Caminos
polvorientos recorrí descalzo de alegría
siempre
al encuentro de sus silencios y tristezas tardías.
Envueltas
éstas en su llanto juvenil,
Hasta
logró vestir de negro sombrío su desencanto.
Lloro
desconsolado porque ya no me quedan sonrisas que regalarle, ni
tengo esa sed insaciable juvenil de amores
ni
tampoco me queda aliento ni ilusiones por cumplir.
Todo
lo vivo se quedó en aquella blanca y fría sala.
En
una cama blanca y fría donde yacía, dormido,
El
cuerpo quebrado y roto de mi amada.
Sonrío
al infame recuerdo, distante, ya
deslucido y gris.
Aunque
más que sonrisa es una mueca agria y amarga.
"Y
pienso, adolorido: «Si aún hoy día ella fuese feliz».
Lo
que daría, ¡Dios mío! por poder sentirla
entre
mis brazos abrazada, sus labios en los míos
y
decirle al oído bajito que nunca la olvidé
y
todo lo que aún la sigo amando.

