Imagen obtenida de Internet
En el Cáliz de sus labios bebí las ansias de mis pesares,
saciando en ellos los vacíos de mi alma.
Dando al cuerpo a beber hasta saciarse en la salvia dulce de su
ser...
Logré resistir los avatares del hambre,
la hambruna, y hasta la llamada de la carne.
¡Hasta los más imperiosos deseos
de pecar en otros cuerpos vencí!
Equilibré en mi propio cuerpo mis fracasos
para que no me pesaran sus signos.
Las todavía dolorosas llagas del fracaso
cargadas con insufrible dolor a mis espaldas.
Barrí con la angustia y los temores absurdos,
aquello que me hacía revivir y brotar el espanto,
el terror y
los miedos al rechazo.
Y batallé con los quebrantos de mis pensamientos,
olvidando (a
ratos) los años...
sin querer engañar a los sentimientos que
se me estaban despertando.
Y aún hoy, con cansancio en la mirada,
fluye de mi ser salvia nueva que bebiera un día
de sus labios
cálidos y osados.
Ayer se bifurcaron nuestros destinos
y cambiaron el curso de nuestra historia.
Pero, no, "no habrá discurso a mí partida,
ni tampoco lo habrá... a mí llegada.