Ya
sopla el viento en esta tarde de melancolía,
donde
las fuerzas me escasean... buscándote.
Y
el rojo resplandor del sol... inundando mis ojos,
ciegan
mis retinas... quemándome la piel.
No
me asombra no encontrarte,
porque
mis pasos dan vueltas sobre sí mismos,
cayendo
una y otra vez en la gris tutela de una sonrisa tardía,
aun sabiendo de antemano
que mi vida ahí mismo la perdía.
Mis
lágrimas eran engañosas y amargas,
culpa de una falsa victoria, por perseguir erróneamente
a mi memoria,
intentando recordar
qué
motivos te di para que huyeras de mí...
y
por qué el destino te incitaba y hacía que te alejaras cada vez más de mí...
No
obstante, no puedo ni quiero dejar de vivir...
respirar debe ser parte de mí
castigo.
Recordar
y sentir la añoranza de ese aroma
que dejaste impregnado en mi cuerpo,
o
el sentir la caricia de cada gota de rocío donde posaste tus pies…
mientras
elevo mis ojos al cielo viendo esa solitaria luna blanca,
testigo fiel de
nuestras noches largas de placer...
¿Qué
más tendré que sentir en mi pecho?
aparte de mis latidos… Quizás hasta quiera redondear
la tarde
buscándole formas geométricas que me recuerden a ti
para confrontarlas
contigo... hasta dejarlas morir en el olvido.
Y
una vez en ese olvido...
¡recordar
por siempre todo lo que te he querido!