Viste pausada y
bella... “La Añoranza”.
Justa como pocas,
nos lleva al deleite y goce:
cargando en su
regazo, nuestros reproches...
¡Jamás se queja!
solo asiente y sonríe con ternura...
al aroma de
nostalgias de las noches.
Cándida y
sublime... se desvanece, cuando a nuestro rostro
llega el frío de la
medianoche.
Entonces fluye la
sonrisa en nosotros,
la tristeza se nos
evade y gritamos enloquecidos
¡nos ha dejado su
grandeza!
Nada ya hemos de
temer... ella, siempre justa y fortalecedora,
la que fuera la
amante fiel de nuestras más odiadas pesadillas...
ahora es la eterna
y grandiosa luz de la aurora
que apabulla y
colorea nuestras mejillas y sonrisas
¡alumbrando para
siempre nuestras mejores horas!