Imagen obtenida de Internet
Tengo frío pero, no es un frío cualquiera,
éste me cala los huesos, me horada las entrañas
y me quema tan
adentro que hasta escucho, ronco,
el grito zafio y extraño, del vacío,
insondable e inmenso.
Aúlla y me grita, rencoroso y vil, desde mis adentros.
No hago oídos, ¡no quiero escucharlo!
Que grite si quiere hasta que reviente,
no le haré caso, seré una
roca, mármol,
o quizás solo estiércol podrido y muerto.
No demuestro gran cosa, lo sé,
hasta mis ojos se niegan a
llorar, sin embargo,
detrás de esos espejos que reflejan mi grotesca figura,
hay un alma que siente, grita o llora.
Un alma espantada y solitaria
que se arrastra o gime, en
silencio, muda e hierática,
sin hacerse notar, tal cual se siente
la oda de un
poeta sin inspiración o ya muerto,