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    domingo, 25 de mayo de 2014

    Pequeños poemas de amor y desamor

    Nace la eternidad en cada memoria,
    en cada ser que respira
    hay un ser de luz, un ser eterno,

    un ser divino.


    II
    La desidia puede ser tu peor enemigo,
    te embrutece, te aísla, te ata y perturba,
    sujetándote con las gruesas cadenas
    de la pereza y la gula.



    III
    Mi amor no escuchará cuando le hable,
    porque será mi corazón quien me calle,
    no siendo dueño de mis palabras ni de mis acciones


    IIII
    La vida, la mejor amiga del destino,
    sobre todo si se la empuja
    y se la hace que ande...




    V
    Me quise envolver con el manto de la indiferencia y
    fue la indiferencia la que me sacó del manto a patadas.



    VI
    No escuches a aquellos que te hablan de amor
    para luego coartar tu libertad exigiéndote sacrificios
    y añadiendo después, para justificarse;
    que te quieren solo para ellos, piensa que;
    Los celosos no aman, poseen.
    Los celosos no se entregan, te atan a ellos y te absorben.
    Los celosos no te aseguran su fidelidad, te exigen la tuya.
    Los celosos no son enfermos, ellos mismos provocan la enfermedad.
    Recuerda, si a tu pareja no le gusta como actúas, vistes o calzas...
    no es que quiera lo mejor para ti, sencillamente... que no te ama.



    VII

    No tengo palabras,
    siento que se me escapan
    por entre mis labios entreabiertos,
    agitado, sudoroso e inquieto por tus besos.
    Te tuve tan fuertemente apretada,
    suspirando y gimiendo,
    aceptando mis impulsos,
    mi carne en tus entrañas,
    que,
    se me secaron en la garganta
    las insinuaciones
    y se quemaron en mi lengua las esperanzas.




    VIII
    Me así de la luna, con fuerza remonté el vuelo,
    acaricié con mis manos blancas un sueño...
    ruborizado de amor y de esperanza.
    Mis alas abiertas, el corazón rebosante de cielo...
    hoy la luna se ha ido, entristecido la velo, ya no quiero soñar,
    desperté y me caí de mi sueño.




    VIIII

    No busco gloria ni un pedestal,
    busco sombras que,
    en el otoño de mi vida,
    me resguarden con su sombra,
    con una parte de su felicidad.




    No rememoraré los silencios entre tu y yo, 
    solo aspiraré el aroma del ayer,
    cuando mi voz era la llama
    y tu cuerpo, el quinqué.




    XI

    Fuiste como sorbo
    de amargo vino,
    del que bebí
    sin sed,
    hasta hartarme.
    Fui culpable,
    no lo negaré, de beber
    y no saber parar a tiempo.



    XII


    Vertí en mis sueños
    las vanas esperanzas
    de una ilusión efímera,
    Como acuífero,
    fui vertiendo mi caudal
    hasta agotarme, después…
    Volví a cerrar los ojos
    y a dormirme,
    deseando nunca más despertarme.





    XIII


    Tengo la certeza que me estoy perdiendo algo,
    Una sensación que, como hormiguita aventurera,
    se me mete en las entrañas.
    No sé qué es lo que busca ni qué es lo que quiere,
    solo sé que parece avisarme, que me avisa,
    Que me incita insistentemente en mirar atrás,
    tal vez para descubrir
    qué fue lo que me dejé tan importante.




    XIIII


    Me diste soledad,
    silencios
     que se abrazaron a mi oscuridad...
    caricias de piel herida,
    palabras hirientes
    y mucha ironía.
    Hoy el día amaneció
    con el cielo gris,
    triste y acongojado,
    y no,
    no es buen día
    para poder olvidar...
     






    XVI
     
    Me mientes,
    pero no sales victoriosa
    ni disfrutas de mi derrota,
    sales en silencio
    de mi vida,
    con apenas un suspiro,
    desvirtuando mi memoria.
    Eres Selene,
    la gran Diosa”
    la perpetua llama de la discordia,
    la enferma o la esclava intocable.
    Hoy la noche se me hizo eterna,
    infinita e insondable tu risa...
    al acabar la noche
    después de desgarrarme.