Imagen obtenida de Internet
Te contemplo al despertar, te observo.
Tu linda expresión me enternece y llena de ternura.
Tu belleza es compasiva, pese a resplandecer
en una luminosidad que ilumina tu rostro y toda la habitación,
dando a tus párpados, cerrados,
el resplandor del sol al
atardecer, y a tu iris,
al abrir los ojos y despertar,
el fragor tumultuoso de un volcán en erupción.
I
Te desperezas como una gata,
mientras me miras con tus ojos
azules.
Me estremezco. ¡Eres tan bella!
Que no puedo evitar mostrar el rubor
en
mis mejillas encendidas, de
excitación, calentura, pasión y deseo .
II
Estiras tu brazo, tiras de mí
con tus dedos largos y sedosos
y haces que mi cuerpo se abrace
a tus ardientes pechos
desnudos.
Tus duros, rosados y enhiestos pezones,
desafiantes, me piden a gritos
que los muerda y lama a placer.
No hago de rogar, me apodero de ellos
y les doy el placer que ansían,
la
lujuria que esperan y el goce que los fortifica.
III
Mi sexo se acopla como una pieza perfecta
de puzzle sobre tu infinito,
ese ancestral objeto oscuro del deseo,
cálido, húmedo y vicioso,
donde me aguarda placentera
y
esperando, la felicidad.
IIII
Dichosa me recibes, golosa y hambrienta,
dejando que te
perfore las ganas,
viviendo cada sobresalto, cada latido de mi corazón,
embistiendo tus caderas, compartiendo fluidos y ansias,
bebiéndonos ansiosos el uno al otro,
mezclando saliva,
humedades
y fundiendo nuestras almas
al ritmo loco del tambor,
ese músculo
inmenso y fuerte
que nos rompe, con ritmo vehemente
y rabioso, nuestros pechos.
V
Mis manos se vuelven líquidas,
de tanto sudor, mi frente,
arrugada del esfuerzo
y de la concentración.
No quiero fallar, te espero.
Tu
orgasmo tiene que ser mío,
porque al mismo tiempo,
deseo premiarte y regalarte
el mío con amor e ilusión.