Imagen obtenida en Internet
Me brilla la mirada cuando veo tus ojos rebosar de felicidad, y
siento a la vez en mí esa divina alborada
que se asemeja a las flores porque tú,
eres capaz de despertar mis fantasías,
estimulando a mi imaginación y
haciéndome bullir la sangre sin cesar.
Tu cuerpo, ese poderoso altar
donde hinco mis rodillas para
implorar
y pedir por tus besos. Tus gemidos,
que hacen que desee tus suspiros, inhalar.
Deseo tanto beberme tu aroma de mujer, tu serena y cándida
piel, caliente, secreta, altiva frente al altar, a esa quiero yo poseer. Hacerte
mía y hundirme
allá donde nadie antes debió penetrar.
Quiero, sin hablar, sin pronunciar ni un solo signo,
amarte,
solo eso pido y nada más.
Por eso te pido
cariño, no me abandones,
no me des la espalda al pasar, seré tuyo,
átame o
siénteme, pero, ¡no me dejes marchar!
Te ofreceré dulces palabras, letras, que en melodía,
danzarán y brincarán en libertad.
Serán tu divertimento, tu goce,
para que me pienses, para que
me sueñes,
sin reproches, con una sempiterna sonrisa,
en ese bosque de hadas donde,
feliz, ¡te he de guardar!