No son muebles y aunque no los escuches quejarse,
no son
inútiles y padecen tanto como tú y como yo.
No se merecen ser apartados,
ignorados y olvidados adrede en
cualquier estación.
Quizás ya perdieron su tren, bajándose demasiado pronto
en una
parada obligada, la de la edad,
cruel reloj que les atrapó sin piedad ni
condición.
No seamos necios, ahora precisamente
es cuando más nos
necesitan, no dejarlos atrás.
Son ellos ¿recordáis? los que nos cuidaron,
mimaron y hasta
nos amamantaron un día.
Los que cuidaron a
nuestros hijos, sus nietos,
cuando los necesitamos y los que,
sin pedir ni una
mísera sonrisa de agradecimiento
¡nos lo dieron todo!
No. No son cosas ni objetos inanimados,
padecen, ríen o lloran
con nuestra misma facilidad,
en lo único en que difieren de nosotros es en la
edad,
ese maldito reloj biológico que gira sin parar.
Es de temer, para nosotros también llegará,
¿los dejará
apartados, alejados de tu corazón,
de sus nietos, tu vida, por el hecho de no entender
lo que expresan
o te dicen sin hablan?
Son nuestros ancianos, aquellos que un día fueron hijos,
padres o hermanos, cómo tú o como yo
¿tan difícil es de entender que son
también seres humanos?
Nos los apartes, te necesitan, ¡nos necesitan!
Dales cariño,
conversación ¡escúchales!
Aunque no los entiendas
¿les has mirado alguna vez a
los ojos mientras ellos
miran los vuestros con orgullo? Sí, lo sabemos,
son un
cauce de río que no para de ir río abajo.
¿Por qué no somos capaces de ofrecerles a ellos
tanto amor
como nos regalaron,
igual que ellos lo hicieron con nosotros y nuestros hijos,
en su día, cuando ejercieron de padres y
abuelos?
Ahora, cuando no se pueden valer por sí mismos
¿les tiramos como si
fuesen muebles viejos a la basura?
No. Nuestros padres o abuelos no son cosas,
muebles u objetos,
sienten,
sufren y padecen tanto como tú o como yo.