Imagen obtenida de Internet
Qué exquisitamente salvaje te sentía,
bramando en mí boca,
pidiendo lo que tu corazón de niña me reclama.
Lo lograste, a fuerza de querer domarme
te volviste irascible y a la vez brava.
Siempre condescendiente y equidistante,
perforando a cada trazo cuánto del amor añoraras.
Sublime, como princesa que habita en los sueños
sin saber aún andar con zapatos de tacones de aguja.
Soberana, altiva, por la injusticia de cuantas faltas
otros cometieron. Mas no me rindo, tampoco recorté
la distancia pues, ésta se asemeja al mismo infierno
y no... no la quiero.
Tal vez existan nuestros recuerdos en la memoria,
en nuestro mañana, cuando, al alba, nos juntemos de nuevo.
Hoy no será, porque apenas somos sombras,
de tanto daño como
una vez a ambos nos hicieron.