Vertí en mis sueños las vanas esperanzas
de una ilusión
efímera. Como acuífero,
fui vertiendo mi caudal hasta agotarme, después…
volví
a cerrar los ojos y me dormí,
deseando nunca más volver a despertarme.
En vano mantuve mis ojos apretados,
con rabia, mis manos,
en
forma de tenazas apretadas.
Reflejo inútil,
por más que apretaba mis párpados,
el sueño no
llegaba.
Lloré… como el diluvio que vivió una vez Noé,
eso sí, sin
cariño, animales, familia, ¡sin la fe!
Hoy no me sale una sonrisa o una mueca,
ni siquiera un rictus
de desencanto.
Mis uñas, gastadas de tanto querer arañar
un poco de felicidad,
se muestran sucias,
negras, agrietadas, sin color ni sangre
que recorran sus
venas.
Deseoso que un manantial
surgiera de alegría y dejara
que
fluyera a mis ansias,
para querer comerme al mundo.
Más hoy vuelve a ser como
ayer,
un caudal seco, agreste, agrietado y muerto.