Sus besos
produjeron en mi interior,
las incendiarias
chispas de una loca pasión,
culpables de avivar
en mis entrañas,
un enorme fuego
abrasador.
Ella disfrutaba
conmigo y jugaba con su picardía,
al delicioso juego
del amor.
No lo dudé y me
dejé llevar,
me gustaba la idea
de ser usado,
y dejé que ella,
por instantes, fuese mi dueña
abandonándome por
entero a sus caricias
cargadas de
sensualidad, deseo y pasión...
¡Qué gozosa virtud
fue el sentirme suyo
y a mi vez saber que
ella, fue solo mía!
Nuestros cuerpos
latían al unísono y al mismo ritmo,
sudorosos y
agitados, gimiendo ardientes nuestras bocas,
chocando en
lascivos besos, mezcla del deseo, furia y desesperación.
Llegado el ansiado
instante, el orgasmo, ¡EL ÉXTASIS!
Llegó la calma, la
inquietud ¡EL DOLOR!
ella volvía a su
hogar… junto a su esposo, y yo...
a esperarla seis
nuevos horribles días más
abrazado desolado a
mi miserable desesperación.